LA ESFERICIDAD QUE TERMINÓ LA CUARENTENA


CUENTOS EN CUARENTENA

Calles desoladas, clubes vacíos, plazas barriales sin alma ni sonidos. Los aeropuertos se cerraron, las autopistas se paralizaron, los estadios se silenciaron. Lo que no se pensaba, sucedió. Una pandemia aisló a los individuos en casa. Lo "social" era una ilusión y un deseo. Las veredas de Mendoza se encontraban desiertas, como las de todo el mundo durante semanas. Las antípodas parecían no existir ante la monotonía ambiental de todo el planeta. El tráfico estaba en la red, en la virtualidad globalizada de las comunicaciones.

¿Qué juego es el juego cuando no hay deportes? ¿Cómo se reinventa la experiencia lúdica en cuarentena? Si el aislamiento es un compromiso que debe circular, supone la continuidad de una esfera. No sería una locura pensar, por lo tanto, que esa pulsión de la especie humana sea circular, esférica, redonda. Que sea, en definitiva, una pelota.

Fue entonces cuando, en Luzuriaga, un niño de escasa edad, salió a la vereda y se quitó sus diminutos guantes y su pequeño barbijo, los juntó e hizo un bollito. Tras la reja, observó a su vecina, dos años mayor que él y, haciendo un arremolinado giro, le lanzó la bola sanitaria a su amiguita, quien la rebotó con el frasquito de alcohol en gel que llevaba colgando del cuello.

En Milán, China, California, dos nenes replicaban la escena sin saber por qué. Estuvieron un rato "jugando limpio", hasta que sus padres, alarmados, fueron en su búsqueda. Mientras tanto, los portales digitales, televisión y radio anunciaban que, finalmente, la cuarentena había culminado.

Un círculo virtuoso, solidario y armonioso, en movimiento en el globo entero, germinó una bondad nunca antes vivida. La humanidad celebrando su triunfo, sin rivales, sin otro equipo frente a ella, sin revancha.

Y la pelota no se mancha.

Sabrina Marchese
Periodista y profesora de la provincia de Mendoza


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