POLÍTICA - OPINIÓN
A horas de un momento clave otra vez sobre el agua y la megaminería, desde Soy Del Este no queremos ser cómplices del mayor error de la historia de la provincia.
Mendoza no es una provincia más a la hora de discutir megaminería. Su geografía semiárida y su total dependencia del agua que baja de la cordillera convierten a este recurso en un factor estratégico para su supervivencia.
A diferencia de otras regiones del país, en Mendoza no existe una red de ríos abundantes ni una gran oferta de agua subterránea. El agua es escasa, vital y estructural: de ella dependen la vitivinicultura, la agricultura, el consumo humano y buena parte de su economía.
Por eso, cuando se habla de minería metalífera a gran escala, la discusión no es solo productiva: es existencial.
¿Qué es la megaminería y por qué genera alarma?
La megaminería se basa en explotaciones a cielo abierto que implican:
- Dinamitar montañas para acceder al mineral.
- Triturar millones de toneladas de roca.
- Utilizar grandes volúmenes de agua y sustancias químicas para separar el metal.
- Depositar los residuos en enormes diques de cola, verdaderas lagunas de desechos mineros.
Este tipo de minería no funciona en túneles profundos pequeños, sino mediante enormes cráteres que pueden tener kilómetros de extensión y cientos de metros de profundidad.
Los principales riesgos para el agua
El punto más sensible es la relación entre megaminería y agua. Los especialistas suelen señalar cuatro riesgos críticos:
1. Alta demanda de agua
Las plantas de procesamiento minero necesitan grandes volúmenes de agua para lavar y separar los minerales. En una provincia donde cada metro cúbico de agua ya está asignado al riego o al consumo humano, esto genera una competencia directa entre minería y actividades tradicionales.
2. Dique de cola: el pasivo ambiental invisible
Los residuos del proceso se depositan en diques de cola. Si alguno de estos sistemas presenta filtraciones o fallas estructurales, los contaminantes pueden llegar a:
- Ríos
- Napas subterráneas
- Canales de riego
El problema es que estos residuos no desaparecen cuando la mina cierra. Quedan allí durante décadas o siglos.
3. Drenaje ácido de mina
Cuando las rocas sulfuradas quedan expuestas al agua y al oxígeno, se puede generar drenaje ácido. Esta agua ácida disuelve metales pesados y los transporta hacia ríos o acuíferos.
Este fenómeno puede continuar incluso después del cierre de la mina, convirtiéndose en una fuente permanente de contaminación.
4. Contaminación acumulativa y silenciosa
La contaminación no siempre ocurre en forma de grandes desastres visibles. En muchos casos es lenta, progresiva y difícil de detectar, lo que aumenta su peligrosidad.
Qué pasó en otras provincias argentinas
El debate mendocino no ocurre en el vacío. Existen antecedentes concretos que alimentan las posiciones críticas.
En San Juan, la mina Veladero registró varios derrames de solución con cianuro que afectaron el sistema hídrico del río Jáchal, generando multas, paralizaciones y una fuerte pérdida de confianza social.
En Catamarca, el proyecto Bajo la Alumbrera fue denunciado por el uso intensivo de agua subterránea y por filtraciones que afectaron a ríos y napas. Las comunidades de Andalgalá mantienen hasta hoy reclamos por los pasivos ambientales.
En Río Negro, antiguos proyectos de hierro dejaron problemas de drenaje ácido y afectación de napas tras el cierre de las operaciones.
Estos casos muestran un patrón: los impactos sobre el agua no siempre aparecen de inmediato, pero muchos son persistentes y difíciles de revertir.
Mendoza: una provincia con menor margen de error
La gran diferencia es el contexto. Mientras otras provincias cuentan con mayores volúmenes de agua, Mendoza vive en una situación de estrés hídrico estructural. La climatología, el cambio climático y la reducción de caudales de los ríos han profundizado esa vulnerabilidad.
En este escenario, cualquier contaminación o disminución del agua disponible tiene un impacto mucho más severo.
En términos simples: otras provincias pueden recuperarse más fácilmente; Mendoza, no.
La pregunta de fondo que atraviesa a Mendoza es:
¿Qué vale más: el potencial económico de la minería o la preservación absoluta de un recurso escaso e irreemplazable como el agua?
Para muchos mendocinos, la respuesta es clara: sin agua no hay desarrollo posible, por más inversiones que lleguen. Los especialistas coinciden en un punto: la megaminería no es una actividad de riesgo cero. Puede gestionarse mejor, puede controlarse, pero no puede eliminarse completamente el riesgo.
En una provincia desértica como Mendoza, donde todo depende de ríos que nacen en la montaña, ese margen de error es extremadamente reducido.
Señores políticos, depende de ustedes escuchar o no a los mendocinos.
