CUENTO DE FÚTBOL
“Coco” es
mi hermano. Desde chicos compartimos muchas cosas y, aunque tenemos padres
distintos, crecimos como hermanos. Vivíamos en la misma cuadra, fuimos a la
misma escuela, jugábamos en el mismo equipo del barrio, nos inscribimos juntos
en la escuelita de fútbol y compartíamos la pasión por los mismos colores, los
de River Plate.
“Coco”
siempre fue el distinto, el habilidoso del equipo y del que siempre se esperaba
un lujito para aplaudir. Juntos entramos en las inferiores de Argentino de
nuestro pueblo y empezamos nuestro camino a Primera. Él como enganche y yo como
volante central. Éramos la mejor dupla creadora de juego en la Liga. Empezamos
a entrenar con la Primera a los 17 años, “Coco” alternó en algunos partidos del
torneo que salimos campeones y del Federal C, donde fue una pieza importante
para llegar a la Segunda Fase.
Cuando se
nos acabó ese torneo, en la cena que hicimos en el club, algunos dirigentes dialogaron en secreto con el padre de “Coco”. Al otro día era todo una novedad: ¡A
Coco lo venían a buscar de River! Y me sentía feliz.
Ese sueño nuestro, él lo haría realidad. Estuvimos preparando los dos juntos las cosas para el viaje. Ropa, algunos amuletos que le dio la gente del barrio y los llantos de la madre a la que se le iba el nene. Con 18 años, “Coco” tenía la posibilidad que tanto habíamos soñado. Cuando partió el colectivo rumbo al aeropuerto y cuando me quedé solo, me invadió la nostalgia.
Ese sueño nuestro, él lo haría realidad. Estuvimos preparando los dos juntos las cosas para el viaje. Ropa, algunos amuletos que le dio la gente del barrio y los llantos de la madre a la que se le iba el nene. Con 18 años, “Coco” tenía la posibilidad que tanto habíamos soñado. Cuando partió el colectivo rumbo al aeropuerto y cuando me quedé solo, me invadió la nostalgia.
Dijimos
que nos íbamos a ir los dos, sin embargo mandaron pasajes sólo para él. Cuando
volviera a entrenar al Social Argentino iba a estar solo, ya no estaría mi
compañero de la vida, ese con el que compartíamos todo, con el que jugábamos de
memoria. Ahora será otro “10” al lado mío, ya no será lo mismo.
Y en mi cabeza pensaba: ¿Cómo se va a sentir él?, ¿se animará a hacer esos lujitos que hacía acá?, si solo sabe jugar conmigo, ¿Habrá en River un “5” como yo para que se sienta más cómodo?
Y en mi cabeza pensaba: ¿Cómo se va a sentir él?, ¿se animará a hacer esos lujitos que hacía acá?, si solo sabe jugar conmigo, ¿Habrá en River un “5” como yo para que se sienta más cómodo?
No
tardamos en comunicarnos. Apenas se instaló en Buenos Aires me mandó un
mensaje, vivíamos comunicados por todas las redes sociales y enviaba postales
de los entrenamientos y de sus partidos en la Reserva. En el bar del club puse
una foto grande suya donde estaba en el círculo del Monumental con la
“rojinegra” de nuestro Social Argentino puesta. Yo trataba de vivir todo lo que
me contaba como si estuviera allá, con él.
Hasta que
un viernes a la noche me dijo que no me iba a escribir porque no lo dejaban. Estuve
todo el sábado tratando de saber algo de la Reserva de River por todos los
medios aunque poco pude saber.
El domingo quedé atónito. La noticia me estremeció y estuve más feliz y nervioso que cuando debuté en la Primera del Social Argentino. Mil veces repasé el artículo del diario que titulaba: “HOY DEBUTA LA GRAN PROMESA DEL FÚTBOL ARGENTINO”.
El domingo quedé atónito. La noticia me estremeció y estuve más feliz y nervioso que cuando debuté en la Primera del Social Argentino. Mil veces repasé el artículo del diario que titulaba: “HOY DEBUTA LA GRAN PROMESA DEL FÚTBOL ARGENTINO”.
Mario José Aguirre
Twitter: @Maruchoo
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