CUENTOS
Hoy no es 25 de diciembre, pero igual es Navidad: la Navidad Maradoneana. Esa en la que recordamos el nacimiento del mejor futbolista de todos los tiempos. El mayor símbolo del gen argentino: un hombre imperfectamente perfecto.
En esta mesa no se discute de política, ni se pregunta “¿para cuándo el nieto?”. Se habla de fútbol. De goles que no necesitan repetición. De Japón 79, del Metropolitano 81, de México 86, de Napoli, de épicas victorias.
De fondo no suena el especial navideño de Crónica TV. Hay una playlist que arranca con Maradona Blues de Charly, esa canción que nos deja un nudo en la garganta.
Después suenan Los Piojos, Calamaro, Bersuit con Cordera, Las Pastillas del Abuelo, y cierra Manu Chao con La vida tómbola, para recordarnos que lo de Diego no es solamente fútbol, es una forma de vivir.
En la mesa, se come lo que hay. Y vaya si sabremos los maradoneanos que a veces se come lo que se puede y que nuestros viejos, más de una vez, se fueron a dormir con dolor en la panza pero con el alma llena después de ver al Diez hacer su magia.
Si en el poder hay gobiernos populares, se come asado. Y el asador, por supuesto, está en cuero, sudado, y cocina de más. Porque en esta fecha nadie se queda con hambre.
La sidra se cambia por un buen vino, o por champagne, las dos bebidas predilectas de este dios terrenal. Y de postre, no pueden faltar las Bananitas Dolca, ese guiño dulce al pibe de Villa Fiorito.
Si sobra algo de comida, se guarda y se recalienta al día siguiente. Y siempre, a las diez en punto de la noche, todos miramos el reloj, levantamos la vista al cielo y brindamos por él. Por Diego. Por el milagro más argentino de todos.
TE PUEDE INTERESAR:
