LA ENTREVISTA QUE QUEDÓ PENDIENTE

 

Por Hugo Fernando Videla 


CUENTO DE FÚTBOL 

Había escuchado algunos rumores. Comentarios sueltos en los pasillos del club, conversaciones entrecortadas que no terminaban de confirmar nada. 

-El Morro no está bien-, decían algunos. 
-Creo que está con tratamiento psiquiátrico-, murmuraba otro. Pero en ese momento, no le di la importancia que le tendría que haber dado. 

Era 2021, veníamos de un año de encierro, de incertidumbre, de miedo, de pérdidas irreparables. Y, si somos honestos, todos estábamos un poco mal. Así que pensé que lo tuyo era simplemente una más de esas historias que el tiempo iba a arreglar. O al menos, eso quise creer.

Por aquellos días, previo a tu decisión, se me cruzó la idea de hacerte una entrevista. Quería hablar con vos, saber cómo estabas, aunque fuera solo para que me dijeras que todo iba bien, que te faltaba poco para volver a ser ese goleador que los hinchas del Tomba idolatraban. Pero alguien cercano a vos me advirtió: 

-El Morro no está de humor para notas, no te va a atender. 

Dos semanas antes del fatídico desenlace, te habías contagiado del maldito virus que no nos dejaba en paz y tenías que hacer la cuarentena obligatoria en Mendoza. Muchos ya te hacían en Uruguay. Es por eso que, desde el rigor periodístico, saber qué te esperaba en el futuro significaba una entrevista que todos los simpatizantes del Expreso y del Bolso iban a querer escuchar.  

Pero cuando me marcaron que era muy probable que no fueras a atender, me lo dijeron de una manera contundente, que dejaba en claro que insistir no iba a servir de nada. En mi carrera como periodista, siempre traté de no meterme en la intimidad de los protagonistas, entendiendo que hay un ser humano detrás del jugador. Es por eso que aborté la misión y decidí dejar esa charla para más adelante. 

Me quedé con la duda, que hasta el día de hoy me persigue. ¿Qué pasaba si te llamaba? ¿Hubieras querido hablar de lo que sentías? Quizás me podrías haber contado todo lo que cargabas, el dolor que existía en tu alma. 

Tal vez, solo tal vez, podría haber sido esa voz que escuchás justo cuando estás al borde, ese sonido familiar que te toma de la mano antes de caer y te recuerda que, en este mundo caótico e injusto, alguien se preocupa por vos y quiere verte bien.

Pero no lo hice. Y me pregunto, muchas veces, si hubiera cambiado algo. Si una conversación, una charla futbolera, podría haber modificado ese oscuro destino. 

No hay forma de saberlo. Son preguntas en mi cabeza que nunca tendrán respuestas. Solo sé que, cuando el mundo se enteró de tu partida, me quedé con un nudo en la garganta que me llevó años desatar y con la culpa de no haber hecho algo más.

Siempre te admiré. Disfrutaba de verte en el campo, más de una vez me sacaste una sonrisa con tus goles y festejos, con esa picardía uruguaya. Porque vos eras un distinto, de esos jugadores que no necesitan correr para brillar. 

“Correr corre cualquiera, jugar al fútbol es más complicado”, dijo una vez un tal Juan Román Riquelme, otro crack que entendía este juego tanto como vos. Acoto esto porque nunca faltaban los críticos, esos que decían que no te esforzabas lo suficiente,  que no te comprometías con el equipo. Qué fácil es hablar cuando no se entiende el fútbol desde el corazón, cuando se mide todo por la cantidad de metros recorridos, por la big data, por el puto GPS. 

Nunca te vi enloquecido por las cámaras, jamás buscaste reconocimientos baratos. Jugabas a la pelota más que al fútbol. Y eso, en un mundo tan superficial, pasa desapercibido para la gran mayoría. Pero no para mí. 

Los hinchas de todos los clubes te van a recordar por tus goles, es cierto, pero también por tu esencia. Esa que no se puede comprar ni aprender. Se nace con ella, y vos la llevabas en cada gesto, en cada paso.

El reloj no se detiene, sigue adelante como todos y a pesar de todo, pero esa mañana de febrero quedó marcada en el corazón de los futboleros y en el mío también. Solo espero que estés disfrutando en el cielo de todo lo que se te negó en la tierra. Y ojalá, si es que logro gambetear al temible infierno, en unos años me pueda sacar las ganas y hacerte esa entrevista que me quedó pendiente. Solo charlar un rato, de fútbol y de la vida, que para nosotros, querido Morro, es exactamente lo mismo. 



CUENTOS QUE TE PUEDEN INTERESAR: 


Comentarios

Publicar un comentario

VISITA NUESTRO CANAL DE YOUTUBE