ATLETISMO: CRUZADA SOLIDARIA
El pasado domingo, el atleta juninense unió la capital mendocina con la rotonda que une a Junín con Rivadavia por una causa solidaria. Ariel Chía dejó una huella que será imborrable.
Casi sin saberlo, hace seis años comenzó una carrera. El título no tenía ni idea, aún no lo sabía, pero el destino le tenía preparado uno y muy grande.
Poco a poco y con los consejos de quien lo incentivó (el profe Sergio Berrocal) empezó a cursar. Era difícil, después de trabajar (el flaco es celador desde hace 16 años en una escuela de Phillips) se volvía corriendo hasta su casa. Esto le cambió la vida, había fallecido su viejo y el rumbo que estaba como perdido, volvía a tener un buen curso.
Llegaron los primeros parciales y los pasó, por lo justo pero aprobado al fin. “La primera carrera fue en Rivadavia. Casi me muero, me pasaron todos pero no abandoné, nunca me van a ver abandonar”, cuenta el flaco, sin saber que ese esfuerzo iba a tener frutos.
Empezaron a venir más parciales y finales, en ese lapso dejó a muchos viejos amigos atrás, pero vinieron muchos más nuevos que ganó gracias a este deporte.
Las materias una a una las fue pasando: subcampeón cuyano en 100 metros, campeón nacional en 5.000 metros en la categoría 50-54, campeón nacional de 10km, fue distinguido por la Confederación Mendocina de Deportes y ternado a los premios Llama. Él sin saberlo cada vez estaba más cerca del objetivo, un objetivo que nunca se había planteado.
Recibió diploma de honor por parte de la Asociación Mendocina de Atletismo, obtuvo el mejor tiempo en 3.000 metros, recibió menciones especiales por parte de la Municipalidad de Junín como deportista destacado, y fue premio revelación por parte de la Asociación de Maratonistas Veteranos de Mendoza.
El domingo pasado, 11 de octubre, fue el día del examen final. Ariel se planteó unir la Ciudad de Mendoza partiendo desde la Legislatura hasta llegar a la rotonda que une Junín con Rivadavia pasando por el municipio de San Martín. El objetivo colaborar con la organización “Ayudemos a ayudar”, él ponía sus piernas y los demás daban una mano para los que más necesitan.
A las 8 de la mañana arrancó a rendir la última materia para obtener un título que nunca imaginó tenerlo.
En cualquier carrera cuando se rinde esa materia final, afuera están esperando familiares y amigos para cumplir con el ritual de festejar con el egresado. Acá no fue la excepción. En la meta estaba la madre, el viejo en el corazón y en el centro de la remera con la que llegó, y Claudio, como buen hermano, a la par. El pueblo también estuvo, muchos lo siguieron en motos, bicis o corriendo, pero lo más emocionante fue la gente a la vera de la calle, algunos con los puños en alto, otros con banderas argentinas y muchos o todos con lágrimas en los ojos.
La atención por el mal momento que estamos pasando por la pandemia quedó de lado para darle paso al Ariel, ese loco lindo que a sus 52 años se atrevió a darse otra oportunidad en esta vida.
El flaco cumplió y llegó. Pasaron 6 años desde que arrancó el cursado y un domingo 11 de Octubre se recibió con el mejor título: ídolo del pueblo.
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